***

***
"La grieta", instalación de la artista colombiana Doris Salcedo.

jueves, 20 de octubre de 2016

VEINTISIETE


     Justo cuando estaba por vomitar la historia de su metamorfosis, se dio cuenta: si Luján no tenía nada que ver con el asunto, no le iba a creer una palabra; si por el contrario estaba involucrada, seguramente lo negaría todo. A último momento, entonces, desistió de mencionar el tema del robo de identidad y perpetró su desahogo prescindiendo de detalles anecdóticos.

   -¿Vos querés saber qué me pasa? Bueno, pasa que estoy recontraremilpodrido del kirchnerismo, de Cristina, de La Cámpora, y de toda esa manga de corruptos y mafiosos que se llenaron los bolsillos a costa nuestra. Pero, ¿sabés qué?, más podrido me tienen todos los militantes pelotudos que todavía no se avivaron de que les estuvieron mintiendo durante doce años. ¡Quiero salirme de toda esta mierda y recuperar mi vida, eso me pasa!

   Luján lo miró con la misma incredulidad con la que hubiese contemplado la irrupción de un barco vikingo en pleno dormitorio. Lo miró, también, con la urgencia absurda de quien aguarda una explicación lógica que recomponga de inmediato la realidad que se está descomponiendo ante sus ojos. A Quique no lo asustó su mirada, sino su imprevisto silencio. Sobre todo, porque la escena le trajo el recuerdo inoportuno de un tenebroso capítulo de “Mujeres asesinas”.

    -¿Por qué no me decís de frente lo que tenés que decirme? –reaccionó al fin ella, descolocándolo por completo.

   -¿De frente? ¿Pero vos escuchaste lo que acabo de decir?

  -Escuché perfectamente. Escuché a un tipo buscando excusas ridículas para pelear en vez de decirme la verdad de una.

   -¿La verdad? ¿Qué verdad?

   ¡Que tenés otra mina; esa verdad! Decime, ¿vos te la estás cogiendo a la Yanina?

   -¿Qué Yanina?- dijo Quique, definitivamente confundido.     
 
   -Ah, encima me tomás el pelo. ¡La pendeja de la verdulería, boludo! ¿Te creés que nunca vi cómo te hace caritas para calentarte?

   Consternado, Quique sintió que, una vez más, el control de la situación se le escapaba de las manos. ¿Tan difícil le resultaba a esa mujer concebir siquiera la posibilidad de que su marido cambiara de ideas políticas?

   -Necia como todos los K…- le soltó con desprecio y no pudo seguir desplegando su catálogo de descalificaciones porque Luján le revoleó el libro de Jauretche y tuvo que agacharse para no ligarlo en plena frente.

   Enfurecido, Quique recogió la ropa de Juan Domingo que estaba en la silla y manoteó las llaves de la moto. “Autoritaria, como todos los K”, dijo, como si arrojara una granada, y salió del dormitorio con la firme intención de rajarse de aquella locura cuanto antes. Sin embargo, al llegar a la cocina se acobardó. ¿Qué iba a hacer él, cerca de la medianoche, andando solo en un barrio como ese? ¿Exponerse a que lo asaltaran o lo mataran? Se frenó bruscamente, vacío de alternativas. Vio a los mellizos espiándolo asombrados desde el antebaño y los mandó a dormir diciéndoles que no tenian que meterse en asuntos de grandes. Los chicos obedecieron pero él se quedó tieso, como anclado, justo frente al retrato de Evita. Se sintió patético.

   Luján salió del dormitorio y se le plantó con la actitud de quien necesita reabrir un debate que quedó trunco.

   -Mirá –le dijo- por si llega a ser en serio que te agarró un ataque de gorilismo, te voy a aclarar una cosa. Los ideales están por encima de las personas que luchan por ellos. Si esas personas no están a la altura de las circunstancias y te fallan, bueno,  entonces habrá que reemplazarlas. A las personas, no a los ideales, ¿entendés? Así que, aunque a mí me demuestren que todos los dirigentes kirchneristas fueron un fraude, yo igual voy a seguir defendiendo las banderas que levantamos todos estos años, ¿sabés?. Jamás me voy a unir al enemigo. 

   Luján giró y caminó enérgicamente hacia el dormitorio. Antes de entrar, dio media vuelta y gritó:

   -¡Así que si tanto te gusta Lanata, andá y miralo con la Yanina, boludo!

   Después sí, se encerró en la habitación dando un portazo.

  Quique se acomodó en un sillón frente al televisor, dispuesto a pasar una larga noche de insomnio. Una hora más tarde, sin embargo, extenuado como estaba, se quedó dormido con la tele encendida, mientras TN pasaba un informe sobre la pesada herencia recibida.

 
CONTINUARÁ

 

2 comentarios: