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"La grieta", instalación de la artista colombiana Doris Salcedo.

martes, 13 de septiembre de 2016

DIECISÉIS

    La familia Addams en pleno está reunida en torno a una mesa ataviada con manteles de hilo y candelabros de plata. Morticia y Homero se dispensan arrumacos grandilocuentes, Largo sirve la cena (un choripán por persona), el tío Lucas le hace bromas al Tío Cosa y Dedos corre con gran agilidad entre los platos y las copas, haciendo que Brian y los mellizos se rían a carcajadas. Quique se siente extrañado de estar allí y permanece algo tenso, aunque el clima general de diversión resulta contagioso.  
 
   Imprevistamente, Dedos se duplica. De un momento para otro, son dos las manos que se deslizan alocadas sobre el mantel. Dedos y su flamante doble se dirigen hacia Quique y se le trepan a la cabeza. Al principio, se limitan a hacerle cosquillas en la nuca y las orejas pero, al cabo de un rato, le rodean el cuello y comienzan a apretárselo. Quique protesta pero su queja se pierde en la risotada colectiva que festeja el episodio.
 
    Dedos y su gemelo intensifican la presión sobre la garganta y Quique empieza a asustarse pues le cuesta respirar. Mira preocupado al resto de los presentes pero ninguno de ellos acude en su ayuda. Todos y todas se limitan a seguir riendo, divertidos. A lo lejos, ve a Luján saltando en una tribuna, gritando desaforada, como si fuera la jefa de la barra brava. Ella lo mira pero, indiferente a su sufrimiento, sigue cantando consignas contra el gobierno.
 
   Es en ese momento cuando Quique tiene la revelación: él no es un invitado más a la fiesta; él es la víctima propiciatoria, el objeto del sacrificio humano que esa banda de enfermos pretende ofrecerle a su ruin divinidad.
 
   Imperturbables, Dedos y su otro yo continúan ejecutando su misión. Aterrado, Quique mira a sus dos verdugos y comprende todo. Al borde de la asfixia, junta el poco aire que le queda y, antes de desvanecerse, alcanza a gritar:
 
   -¡Son las manos de Perón! ¡Son las manos de Perón!
 
CONTINUARÁ
 

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