En medio del desayuno, Luján sacó de nuevo
el tema de las boletas que había que pagar. Quique volvió a plantearle su absoluta
falta de liquidez, no sólo para afrontar la luz y el gas, sino para solventar
incluso sus gastos personales.
-¿Pero cómo puede ser que ya no tengas
un mango? –rezongó ella y Quique recordó con nostalgia las épocas en que él
utilizaba idéntico tono de voz para reprocharle a su ex el uso desmedido que le
propinaba a su extensión de la
Visa Gold.
-“La inflación es un cáncer que se va
comiendo el salario del pueblo trabajador”- contestó, citando uno de los
discursos que había escuchado en la plaza la tarde anterior.
-¿Qué es salario, papi? –preguntó
Cristina.
-Yo le puedo pedir a mi vieja que nos
ayude con las boletas –dijo Luján- pero no sé cómo vamos a hacer para tirar hasta
la semana que viene.
-Un lugar donde venden sal, boba- respondió
Brian.
Quique decidió tirarse a la pileta y
sacarse la duda.
-¿Cuándo cobramos los planes? -dijo. -Bah,
los planes, o la guita de “Resistiendo con Aguante”, no sé… algo.
-Más bobo sos vos porque sos más alto –replicó
Néstor.
Luján plasmó una mueca triste con los
labios y meneó la cabeza con gravedad.
-No estamos para chistes, Juan. Está
bueno que le pongas onda al asunto pero, la verdad, todo lo que está pasando me
tiene muy preocupada.
.Vos callate, enano cara e’ Macri –contraatacó Brian.
No esperaba semejante respuesta. ¿Entonces,
no cobraban planes? ¿Y tampoco les pagaban por escribir en contra del gobierno
en Facebook? En resumidas cue tas, ¿Juan Domingo y su mujer eran kirchneristas
por puro vicio?
-Brian, cortala -terció Luján. -Agarren
las mochilas que nos vamos.
Descolocado, Quique se apuró a terminar
lo que quedaba de su café con leche. Se había enfriado, tanto como sus expectativas
de conseguir fondos para reactivar sus finanzas a corto plazo. “El Gobierno estudia
nuevas medidas para revertir la recesión”, anunciaron en el noticiero justo
antes de que Luján apagara el televisor.
No le quedó más remedio que pedirle a
ella que le diera unos pesos. Su acendrado machismo le hizo sentir un pudor
inconmensurable mientras la morocha le pasaba un par de billetes. Su acendrado macrismo,
en cambio, le permitió consolarse un poco. Al fin y al cabo, pensó, en términos
macroeconómicos era sólo una transferencia de recursos del sector obrero a
favor de la clase media.
Había que sincerar la economía.
CONTINUARÁ
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