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"La grieta", instalación de la artista colombiana Doris Salcedo.

jueves, 22 de septiembre de 2016

DIECINUEVE


    Antes de subirse a la Gilera, le escribió un whatsapp al Chino, preguntándole la dirección de la obra. Sabía que hacerlo implicaba exponerse a preguntas molestas y suposiciones equívocas, pero no encontró otra estrategia más efectiva que esa para saber adónde debía ir. Le salió bien. Después de tolerar un par de previsibles comentarios maliciosos, consiguió el dato buscado: se trataba de unos locales comerciales ubicados cerca del puerto. El proyecto no era de los suyos, sino uno de Casares. De todos modos, lo conocía muy bien; incluso había estado presente cuando Bevilacqua le había dado el visto bueno. 

   Llegó justo cuando los obreros empezaban a entrar. ¿Cuál de esos diez o doce tipos que lo saludaban sería el Chino? No pudo saberlo. De lo que no tuvo ninguna duda, fue acerca de cuál de ellos era Yarará: un petiso de bigotes con una cara temible de villano secundario en película de Jackie Chan que, de entrada nomás, lo abarajó rugiéndole incendios por su ausencia sin aviso del día anterior. Desacostumbrado a ese tipo de trato en ámbitos laborales, Quique no recordaba haber recibido un reto semejante desde los tiempos en que su ex lo celaba –no sin fundamento- con Viviana, una empleada del Colegio de Arquitectos.

   -Ahora andá y agarrá la pala- lo urgió el capataz, señalándole un montículo de arena. No tuvo más remedio que obedecer.

   -¿Sos loco, vos? ¿Cómo vas a faltar así?- le dijo un morocho grandote que se le arrimó apenas Yarará se fue a dar órdenes en otro sector de la obra. Por el tono utilizado, supuso que debía ser el Chino.

   -Ando con un problema de salud que me tiene mal –explicó. -Ayer me desperté y no me acordaba lo que había hecho el día anterior.

   El Chino lo examinó con sorna, sin terminar de creer tan rebuscada excusa.

   -¡Pero eso me pasa a mí cada vez que salgo de joda!

   -No, no, en serio. Estoy preocupado. Tengo una especie de amnesia que todavía me dura. Es una cosa de locos. Hay partes de mi vida que no me puedo acordar.

   Le costó convencerlo de que no era una broma, pero cuando al fin lo consiguió se sintió satisfecho. Blanquear la situación con alguien, aunque fuera sólo a medias, le pareció una buena táctica para empezar a hacer pie en esa realidad novedosa que le resultaba tan desconcertante.

   Estuvo casi una hora cargando y descargando carretillas con arena. La complicidad trabada con el Chino le permitió recabar datos muy útiles para ir conociendo la vida y obra de Juan Domingo Villagra. Lo negativo fue enterarse de que Juan Domingo colaboraba con una murga. Sólo algo le parecía a Quique más deprimente que soportar la actuación de una murga: la aterradora posibilidad de tener que actuar integrando una.

   
CONTINUARÁ

3 comentarios:

  1. Jajaja no es facil pertenecer a una murga !! Sos un genio flaquito. Me rio sola y la gente a mi alrededor no entiende nadaa...

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  3. ME TENES FASCINADA Y ESPERANDO CADA NUEVA ENTREGA, ALFREDO..
    Y DESDE YA TE PIDO,POR FAVOR, QUE APENAS TERMINES ESTA HISTORIA EMPIECES OTRA EN LA QUE SEA JUAN DOMINGO QUIEN SE DESPIERTA EN LA PIEL DE QUIQUE....ESTOY SEGURA DE QUE, AL FINAL,SUFRIRIA MUUUUCHO MAS...JAJAJA
    NO TE MANDO UN ABRAZO PORQUE SOS TAN GRANDE QUE NO PODRIA ABARCARTE.

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