Antes de subirse a la Gilera, le
escribió un whatsapp al Chino, preguntándole la dirección de la obra. Sabía que hacerlo
implicaba exponerse a preguntas molestas y suposiciones equívocas, pero no
encontró otra estrategia más efectiva que esa para saber adónde debía ir. Le
salió bien. Después de tolerar un par de previsibles comentarios maliciosos, consiguió
el dato buscado: se trataba de unos locales comerciales ubicados cerca del
puerto. El proyecto no era de los suyos, sino uno de Casares. De todos modos, lo
conocía muy bien; incluso había estado presente cuando Bevilacqua le había dado
el visto bueno.
Llegó justo cuando los obreros
empezaban a entrar. ¿Cuál de esos diez o doce tipos que lo saludaban
sería el Chino? No pudo saberlo. De lo que no tuvo ninguna duda, fue acerca de
cuál de ellos era Yarará: un petiso de bigotes con una cara temible de villano
secundario en película de Jackie Chan que, de entrada nomás, lo abarajó rugiéndole
incendios por su ausencia sin aviso del día anterior. Desacostumbrado a ese
tipo de trato en ámbitos laborales, Quique no recordaba haber recibido un reto
semejante desde los tiempos en que su ex lo celaba –no sin fundamento- con Viviana,
una empleada del Colegio de Arquitectos.
-Ahora andá y agarrá la pala- lo
urgió el capataz, señalándole un montículo de arena. No tuvo más remedio que
obedecer.
-¿Sos loco, vos? ¿Cómo vas a faltar
así?- le dijo un morocho grandote que se le arrimó apenas Yarará se fue a dar
órdenes en otro sector de la
obra. Por el tono utilizado, supuso que debía ser el Chino.
-Ando con un problema de salud que me
tiene mal –explicó. -Ayer me desperté y no me acordaba lo que había hecho el
día anterior.
El Chino lo examinó con sorna, sin
terminar de creer tan rebuscada excusa.
-¡Pero eso me pasa a mí cada vez que
salgo de joda!
-No, no, en serio. Estoy preocupado. Tengo
una especie de amnesia que todavía me dura. Es una cosa de locos. Hay partes de
mi vida que no me puedo acordar.
Le costó convencerlo de que no era
una broma, pero cuando al fin lo consiguió se sintió satisfecho. Blanquear la
situación con alguien, aunque fuera sólo a medias, le pareció una buena táctica
para empezar a hacer pie en esa realidad novedosa que le resultaba tan desconcertante.
Estuvo casi una hora cargando y
descargando carretillas con arena. La complicidad trabada con el Chino le
permitió recabar datos muy útiles para ir conociendo la vida y obra de Juan
Domingo Villagra. Lo negativo fue enterarse de que Juan Domingo colaboraba con
una murga. Sólo algo le parecía a Quique más deprimente que soportar la
actuación de una murga: la aterradora posibilidad de tener que actuar
integrando una.
Jajaja no es facil pertenecer a una murga !! Sos un genio flaquito. Me rio sola y la gente a mi alrededor no entiende nadaa...
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ResponderEliminarME TENES FASCINADA Y ESPERANDO CADA NUEVA ENTREGA, ALFREDO..
ResponderEliminarY DESDE YA TE PIDO,POR FAVOR, QUE APENAS TERMINES ESTA HISTORIA EMPIECES OTRA EN LA QUE SEA JUAN DOMINGO QUIEN SE DESPIERTA EN LA PIEL DE QUIQUE....ESTOY SEGURA DE QUE, AL FINAL,SUFRIRIA MUUUUCHO MAS...JAJAJA
NO TE MANDO UN ABRAZO PORQUE SOS TAN GRANDE QUE NO PODRIA ABARCARTE.